sábado, febrero 19, 2011

La enfermera perfecta

¡La Enfermera Perfecta! En eso mismo se propone convertirse la joven que, impulsada  por todo un conjunto de sentimientos, de disposiciones interiores, decide consagrarse a los enfermos y comienza a estudiar para llegar a proporcionarles alivio. Si su vocación es verdadera, siente en su interior un fuertísimo amor por el prójimo, dispone de grandeza de espíritu y es generosa, abnegada y perseverante a la hora de acudir en ayuda de quienes son menos afortunados que ella. Todas éstas son disposiciones que Dios le ha concedido para enseñarle el camino y ayudarle a seguirlo.
Ante los nuevos deberes con los que se habrá de enfrentar, ella debe refelxionar, saber qué nuevas cualidades le son necesarias para alcanzar su objetivo.
Su amor al prójimo le dirá que ha de ser buena sin limites pero con justicia; buena en sus palabras, buscando siempre causar placer, controlar, distraer, alentar; buena en su manera de suministrar sus cuidados, ha de ser dulce, paciente, jamás malhumorada, jamás brusca; que ha de tener en cuenta, en la medida de lo posible, los deseos del enfermo, sus manías, sus debilidades; ha de ser incansablemente buena de la mañana a la noche; buena con todos, tanto los más simpáticos como los más desagradables. Ha de estar pendiente del más mínimo detalle de los cuidados, siendo ingeniosa para hallar el medio de hacer soportables la enfermedad, las contrariedades, poniéndose en el lugar del enfermo para imaginarse qué es lo que podría animar su situación como anima un rayo de sol.
Será alegre para que descansen los de su entorno, pero su alegría no resultara ofensiva para el enfermo, será tranquila, y le dará paz y fuerza renovadas cuando se necesario, una vez más, estudiará el estado de animo de su enfermo que se le ha confiado; deseará que éste manifieste más claramente su voluntad, temerosa de no haberla satisfecho debidamente, su entrega le hará olvidar el cansancio, no durará en levantarse cincuenta veces, si esas cincuenta veces aportan bienestar a su entorno.
Producirá la impresión de que uno se puede dirigir a ella para recibir alivio, que ella desea que esto suceda, que lo contrario le apenaría. Sus ideas se llevarán a buen fin; no pasará sin motivo de una tarea a otra, incluso si ésta le produce disgusto; en tal caso, por el contrario, desearía liberarse de la misma forma inmediata y a la perfección.
Su espíritu de observación estará alerta en todo momento ara ver qué se ha de hacer y cómo. No le será confiada ninguna tarea sin que la complete a conciencia, escrupulosamente; el control ajeno le es superfluo, y no produce cambio alguno en su manera de hacer las cosas.
Es sincera, leal, dice las cosas como son, realiza a conciencia lo que se le encomienda, guarda escrupulosamente cualquier secreto que le sea confiado o que pueda sorprender.
Si se le hace una observación, la acepta; estudia su propio comportamiento, toma buena nota de lo que le incumbe y deja pasar aquello que pudiera ser injusto.
Es discreta; responde ante el enfermo que la pone al tanto de sus asustos, y le aconseja sin jamás interrogarle para saber si omite algo en sus palabras; una vez lejos de él, olvida todo lo que el enfermo podría haber dejado escapar.
Es tranquila, pausada; está cerca del enfermo como un ángel de la guarda, siempre alerta, suministrando sus cuidados sin ningún ruido, sin aspavientos, con precisión de movimientos.
Nunca habla sin motivo y se limita a responder en la conversación. Sus supervisores siempre la ven activa, cortés, traquila, entregada; su confianza en ella es total; y la saben sumisa y respetuosa, amable, diligente. Ante el médico es toda oídos, con el fin de captar bien sus consejos; éste escucha sus informes claros y precisos, y el reconocimiento de los errores que ella hubiera podido cometer involuntariamente. Ante el médico ella es respetuosa, sumisa; sabe estar en su sitio, y le inspira confianza.
El enfermo la aguarda con impaciencia; se sonroja de placer al verla entrar, le platica sus penas, seguro de que le escuchará hasta el final, le comprenderá, se compadecerá de él y deseará consolarle una vez más, como ella sabe hacerlo.
Para el enfermo, ninguna mano es tan suave como la de ella, ni tan hábil. La poción recibida de su mano es mucho menos desagradable. La enfermera que le brinda todos sus cuidados es por el momento la única felicidad que él desea y puede sentir; sólo ella le puede convencer. Con su uniform de un blanco inmaculado, siempre fresco, siempre impecable, con su rostro y manos limpias y arregladas, la perfecta enfermera refleja el cuidado que le merecen la higiene y el orden, dos cualidades que están presentes en ella al igual que ella hace que estén presentes en todos los cuidados que proporciona al enfermo.
Vela por su propia salud; si la fatifa apareciera sobre su rostro, le estaría permitido ocultarla con el fin de que el enfermo no se entristeciera ante unos rasgos cansados y dignos de compasión. Sin caer en la coquetería, ella debe, no obstante, intentar resultar agradable a la vista, procurar con su aspecto el reposo a quien sólo le tendrá a ella como distracción.
Su aspecto será digno e impondrá el respeto a todos sin excepción, sabrá demostrar que es "alguien", y que como tal ha de ser tratada.
Ante el enfermo actuará con tacto; no le ofenderá, sino que aceptará sus ideas, intentando comprenderlas. Tampoco ofenderá a las personas de su entorno, mezclándose con las mismas lo menos posible, explicando en la medida que sea necesario su forma de pensar sin intentar imponerla.
Respetará las convicciones de enfermo y también sus gustos, sabiendo no obstante imponer reformas cuando éstas contribuyan al bienestar del enfermo. A domicilio, por ejemplo, sabrá ordenar el cuarto dejando el menor número de objetos posibles sin transformar, ya que de no ser así, el pequeño rincón que tan agradable le resulta al enfermos gracias a la presencia de sus objetos queridos se volvería una celda donde se creería despojado para siempre de todos sus bienes terrenales.
La sangre fría de la enfermera hará que en cualquier momento esté dispuesta a todo y que siempre sera útil. Cultivará todas estas cualidades sin cesar, de manera siempre renovada; una gran humildad le hará ver no lo que posee y lo que hace, sino lo mejor que se puede hacer, con el fin de vivir no para ella, sino en los demás y para los demás en todo momento.
L`Infirmière Francaise, 1927

Jajajajaja y la pregunta es.... ¿dónde encontrarla?... Ahora comprendo por que la profesión de enfermería sigue viendose como un arte, como un servicio doméstico, como una asistente, como la mano derecha del médico.... porque aún en pleno siglo XXI seguimos rindiendo pleitesìa a los médicos, los seguimos adorando y sirviendo como si fueran dioses.... y vemos el hospital como el olimpo....

Por qué si somos dos profesiones tan diferentes que tan solo coincidimos en un punto (el ser humano) seguimos dependiendo de ellos? Por que no podemos quitarnos de encima tantos velos que por siglos nos han encubierto? Y por ende llenado de gloria a otra profesión a costa de la nuestra?.... ¿Cuánto más lo vamos a perpetuar?.... la pregunta queda en el aire....

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